Cada uno de nosotros merece el pleno respeto de los demás, en un mundo de la competencia frenética donde se pretende sobresalir sobre los demás, el Señor nos invita a ser humildes en el verdadero sentido de la palabra, reconocer nuestro propio valor al igual que reconocer el valor del otro y poner nuestras cualidades al servicio de los demás, de forma especial por los pobres, es allí donde toma valor la segunda parábola del día de hoy, los dones y cualidades recibidos deben de ser empleados para tender la mano al pobre y necesitado, para así construir juntos un mundo más justo, fraterno y en paz.
Reconocer nuestra propia dignidad y la de los demás no para ponernos por encima de los demás ni para dominar al otro sino para servir a los demás.
Reflexionemos ¿Cómo es nuestra vida de relación con los demás?