XVIII domingo del Tiempo Ordinario

  • La codicia es el deseo vehemente de querer poseer bienes materiales, frente a esto Jesús nos dice: “guárdense de toda clase de codicia. Pues, aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes”. En definitiva, el ejercicio de la codicia se comprende como una acción negativa en cuento que, ponemos por encima de lo verdaderamente esencial las cosas materiales. Posteriormente Jesús cuestiona, “de quien será lo que has preparado”, esto para decir dos cosas: primero, de todo lo que se acumula nada se llevará, por ende, la vida no se trata de alcanzar las cosas materiales; segundo, todo lo que se ha acumulado es insignificante a los ojos de Dios, pues la riqueza que Dios quiere que el ser humano tenga es el amor, la compasión, la libertad, la justicia, la misericordia que se viven con los cercanos y alejados, con los conocidos y desconocidos. 
  • Por eso preguntate ¿En qué momentos concretos de la vida me he dejado distraer por las preocupaciones que el mundo me ofrece y no he puesto mi corazón en lo verdaderamente esencial? ¿Me he preocupado porque mi corazón, mente y acciones sean las de Jesús?